Alimentación en personas con hiperuricemia

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Monje Valverde,Fernando García Navarro

1. Introducción
 
La hiperuricemia (exceso de los niveles de ácido úrico en la sangre, lo que conlleva a daño renal causado por la precipitación intratubular e intersticial de los cristales del llamado urato monosódico según el estudio de Goicoechea M. et al. en su artículo del 2012) es un tipo de anomalía muy perjudicial ya que lleva asociada la aparición de la famosa y terrible “gota” (Gutiérrez O.; 1950). 
Durante cientos de años se han aplicado diversas terapias dietéticas en el tratamiento de dicha patología (Corbella M.J.G.; 2005).
La gota es la artritis inflamatoria más frecuente en el ser humano (enfermedad de tipo crónica), la cual provoca depósitos de urato monosódico (sal) en las articulaciones y tejidos dando lugar a artropatía, tofos, nefropatía y/o litiasis (Franco G.N. et al.; 2009).
El diagnóstico (clínico) se confirma por la presencia de microcristales de dicha sal en el líquido sinovial y los tejidos (Chalès G. et al.; 2017).
Éste puede ser preciso en formas clínicamente típicas. Sin embargo, en las formas clínicas crónicas o atípicas esta fiabilidad parece no darse en la práctica. Las formas crónicas y severas de la gota son frecuentemente mal evaluadas desde el punto de vista clínico (Ruiz F.P. et al.; 2009). Esto se debe a que la mayor parte de los pacientes con hiperuricemia permanecen asintomáticos, teniendo sólo un pequeño porcentaje de ellos síntomas de gota (Goicoechea M. et al.; 2012).
La prevalencia de la gota está en aumento en el mundo y afecta al 1-2% de los adultos en los países desarrollados. Cada vez se reconoce más que esta dolencia es una enfermedad grave porque es causante de varias discapacidades corporales. La gota primaria se relaciona con una predisposición genética, que incluye un polimorfismo de los transportadores renales de urato, es decir, una disminución de la eliminación renal del urato (Chalès G. et al.; 2017).
Los síntomas de esta afección van desde la inflamación de la articulación afectada (elevando su Tª) hasta la limitación de su movilidad. Casi siempre ocurren de forma repentina y, a menudo, por la noche. Por lo tanto, si se detectan alguno de ellos hay que avisar inmediatamente a un médico debido a que si se deja la gota sin tratar puede hacer que empeore el dolor y el daño de la articulación a un punto en el que ya ocasione cálculos renales fatales (Mayo Clinic web).

También decir que esta anomalía se origina casi siempre por tener una menor capacidad de eliminación de ácido úrico en la orina a través de los riñones o del intestino. A esto pueden contribuir distintos factores: predisposición genética, factores hormonales, enfermedades, medicamentos y dietas poco saludables. De este modo, los hábitos dietéticos saludables y los fármacos reductores de este ácido hasta un nivel óptimo contribuyen a un mejor control de la uricemia en general y de las enfermedades asociadas a la gota en particular. En caso de duda, consultar a un especialista en reumatología (Fundación Española de Reumatología web).

Fuente: Diagnóstico, tratamiento y prevención de la gota | Ludeña Suárez | Correo Científico Médico (sld.cu)

El tratamiento de la gota ha cambiado considerablemente en los últimos 5 años. Un tratamiento con el objetivo de uricemia de 60 mg/L o 360 μmol/L es esencial para una curación eficaz, pues el descenso de la misma a largo plazo permite la disolución de los cristales y, en consecuencia, la desaparición de los “accesos gotosos”. Aunque existen tratamientos eficaces de la gota, la utilización de los tratamientos hipo-uricemiantes es imperfecta y la adhesión de los pacientes al tratamiento es mediocre. El tratamiento a largo plazo requiere una educación completa del paciente, un control de los factores de riesgo modificables y un seguimiento que permita obtener ese objetivo (Chalès G. et al.; 2017).

Fuente: propia pero basada en la imagen de la web Tratamiento de la gota (elportaldelhombre.com)